Segunda entrega
Si
lo pensamos fríamente, con la objetividad propia del materialismo
dialéctico de la que habla el General en sus libros, no sé por qué
he aguantado tanto tiempo a su lado. Es posible que la explicación
sea que dependí emocionalmente del Moro —un padre autoritario—
mientras estuvo vivo, y que, una vez muerto él, ante mi incapacidad
para llevar una vida independiente, tuve que aferrarme a otra
persona que le sustituyera. Con esto no quiero decir que Edward se
parezca a mi padre, pero sí es posible que para mí haya sido un
sustituto suyo. Soy materialista y no creo mucho en esas cosas, pero
he leído algo sobre un filósofo alemán, un tal Hartmann, y sobre dos
médicos vieneses, Breuer y Freud, que hablan sobre la parte
inconsciente de nuestra mente y todo lo que hacemos de forma
involuntaria, sin querer.
Todo lo que llevo dicho lo tenía yo asumido como parte de su
terrible carácter; incluso que me abandonara a finales de agosto del
año pasado. Cogió todo el dinero y los objetos de valor que pudo y
se marchó dejándome en la peor de las situaciones, tanto económica
como emocional. Ya había dado muestras de infidelidad, pero ese acto
fue demasiado incluso para él. Se limitó a decirme que no intentara
averiguar su paradero bajo ninguna circunstancia, que no intentara
comunicarme con él, y que si quería decirle algo importante lo
hiciera a través de un actor con el sobrenombre de “M”. Y yo, como
tonta que soy, hice todo lo posible porque Freddy supiera algo sobre
él por medio del tal “M” y para que le convenciera de volver a mi
lado.
De: Eleanor Marx
A: Freddy Demuth
El Nido, 30 de agosto de 1897
Querido Freddy:
¡Por supuesto, tampoco he recibido ni una línea esta mañana! ¿Cómo
puedo agradecerte toda tu bondad y atención hacia mí? Pero, en
realidad, te doy las gracias desde lo más hondo de mi corazón.
Escribí una vez más a Edward esta mañana. No hay duda de que es un
síntoma de debilidad, pero uno no puede olvidar catorce años de vida
de un plumazo. Creo que cualquiera con el más mínimo sentido del
honor, por no hablar de sentimientos de bondad y gratitud,
contestaría a la carta. ¿Lo hará? Mucho me temo que no.
Mientras tanto, veo que “M” actúa esta noche en el Teatro “G”. Si
Edward está en Londres, seguro que irá allí; pero tú no puedes ir, y
yo creo que no podré hacerlo (…)
Mañana por la tarde tiene lugar el evento de “S”. Lamento
transmitirte todos estos problemas, pero ¿podrías ir tú? Se reúnen a
las 8 en punto y se quedarán hasta las 10, así que si vas sobre las
9 o las 9:30, podrás averiguar de qué han hablado. Podrías preguntar
si él se ha pasado por allí. Entonces lo sabrías, en cualquier caso.
Si él está allí, podrías ponerte a su lado —delante de otras
personas no podrá rehuirte— y esperarle hasta que la reunión haya
terminado. Después puedes asegurarte de si va a venir aquí; si
descubres que simplemente está mintiendo, ve con él a London Bridge.
Después ve con él, y di que me habías dicho que tú ibas a asistir y
que has llegado tarde por culpa del trabajo (...) Entonces el tendrá
que decirte si no va a venir —y tú tendrás oportunidad de hablar con
él— o si va a venir. No creo que sea muy probable; pero, de
cualquier modo, espero que vayas a la reunión y averigües si él está
allí.
Siempre tuya
Tussy
Edward estuvo ausente del Nido todo el tiempo que quiso, y luego
volvió también cuando le vino en gana, pero no con las orejas
gachas, sino con toda la arrogancia de que sólo él es capaz. Y
volvió —lo sé bien— porque ya se sentía enfermo, porque vaticinaba
la terrible enfermedad que iba a padecer. Volvió sin previo aviso ni
más explicación que unas líneas escritas. Pero tuvo el descaro de no
decir nada al llegar. Incluso esperaba que le ofreciera una cálida
bienvenida y que yo diera las explicaciones. Porque lo cierto es que
se sintió ofendido —o al menos eso dio a entender con su actitud— al
preguntarle los motivos de su conducta.
De: Eleanor Marx
A: Freddy Demuth
1 de septiembre de 1897
Querido Freddy:
Esta mañana he recibido una nota que dice “Vuelvo. Estaré en casa
mañana” (es decir, hoy). Después un telegrama “En casa
definitivamente, 1:30”.
Me encontraba trabajando, porque incluso con el corazón roto tenemos
que trabajar —en mi habitación—, y Edward pareció sorprendido y
bastante “ofendido” por no arrojarme en sus brazos. Hasta ahora no
se ha disculpado ni me ha dado ninguna explicación. Yo —tras esperar
que comenzara él— dije que se debe tener en cuenta la situación, y
que nunca olvidaré el trato que he recibido. Él no dijo nada. Dije
que tú tal vez vinieras por aquí, y si puedes, ven mañana o
cualquier tarde de esta semana; confío en que lo harás. Estaría bien
que tuviera que enfrentarse a ti en mi presencia, y a mí en la tuya.
Así que, si puedes, ven mañana. Si no, hazme saber cuándo podrás.
Querido Freddy, ¡cómo podré agradecértelo! Te estoy muy, muy
agradecida. Cuando te vea, te diré lo que dijo “C”.
Siempre mi querido Freddy
Tu Tussy
Su única respuesta fue la indiferencia. Tuvo la poca vergüenza de
sentirse ofendido y de ignorarme ante la ausencia de una disculpa
por mi parte. ¡Como si yo hubiera tenido la culpa de todo! Ante su
silencio, le insistí, y esa misma noche tuvimos una fuerte
discusión; breve, pero bastante subida de tono. Dejando a un lado el
aspecto sentimental y pasando al más práctico, se gastó todo lo que
se había llevado. ¡Todo! Y para colmo me hizo el peor de los
chantajes: me dijo que se quedaría conmigo sólo si le daba el resto
de la herencia de Engels. Y yo, como tonta, accedí porque le
necesitaba a mi lado, porque dependía de él emocionalmente, y él lo
sabía bien. Y accedí también a la condición de que gozaría de total
libertad para ir donde quisiera y con quien quisiera.
De: Eleanor Marx
A: Freddy Demuth
2 de septiembre de 1897
Querido Freddy:
Ven esta tarde, si puedes. Es para mí una vergüenza comprometerte,
pero me encuentro muy sola y estoy afrontando la más horrible de las
situaciones: ruina total; todo, hasta el último penique, es decir,
desgracia completa. Es horrible; peor de lo que podía imaginarme. Y
quiero consultarlo con alguien. Sé que debo ser yo quien decida
finalmente y asumir la responsabilidad; pero algún pequeño consejo y
amistosa ayuda sería de gran valor. Así que, mi queridísimo Freddy,
ven aquí. Estoy desconsolada.
Tu Tussy
Edward Aveling
En noviembre sufrió un ataque de gripe y aquí le tuve, cuidándole
como si fuera su fiel esposa; tal vez con la ilusión de serlo en
esos momentos. La enfermedad le golpeó muy fuerte. Sufrió una fiebre
muy alta durante muchos días y se quedó tremendamente débil y
delgado, prácticamente en los huesos, hasta el extremo de que los
médicos dijeron que el más leve resfriado sería fatal para él. A
comienzos de enero le pagué un viaje a Hastings en busca de un mejor
clima para su salud. Pero su actitud hacia mí no cambiaba, a pesar
de todos mis desvelos. ¿Cómo se puede ser tan ingrato?
De: Eleanor Marx
A: Freddy Demuth
El Nido, 13 de enero de 1898
Mi querido Freddy:
Estábamos muy apenados por no verte, y más sabiendo que estabas
enfermo. Sí, a veces, igual que tú, siento que nada nos va bien. Me
refiero a ti y a mí. Por supuesto, la pobre Jenny tuvo su buena
ración de pena y dolor, y Laura perdió los niños que tuvo. Pero
Jenny fue lo bastante afortunada para morir, y aunque eso fue muy
triste para sus hijos, a veces creo que para ella fue una suerte. No
me hubiera gustado que Jenny tuviera que vivir lo que estamos
pasando ahora. No creo que tú y yo seamos personas malvadas; y sin
embargo, querido Freddy, parece como si recibiéramos todos los
castigos. ¿Cuándo podrás venir? ¿No este domingo, pero sí el
siguiente? ¿O durante la semana? Quiero verte. Edward está mejor,
pero muy, muy débil.
Tu Tussy
Han pasado casi seis meses desde su huida de casa. Se puso enfermo,
le cuidé y le pagué un viaje por el bien de su salud. A finales de
enero volvió a casa del balneario, pero su antigua enfermedad renal
se manifestó en forma de tumor y nos dijeron que era necesario
operarle. A pesar de todos mis cuidados y apoyo, se siguió mostrando
brutalmente egoísta.
De: Eleanor
A: Freddy Demuth
3 de febrero de 1898
Estoy contenta de que estés un poco mejor. Deseo que estés lo
suficientemente bien para venir y estar conmigo desde el sábado
hasta el lunes, o al menos hasta el domingo por la noche. Es
brutalmente egoísta, lo sé; pero, querido Freddy, tú eres el único
amigo con el que puedo ser totalmente sincera, y por eso me encanta
verte.
Debo afrontar problemas muy graves, en su mayor parte sin ayuda
(porque Edward no ayuda ni siquiera ahora), y apenas sé qué hacer.
Todos los días recibo demandas de dinero que tengo que pensar cómo
afrontar, además de la operación y todo lo demás, no sé. Creo que es
de mala educación compartir contigo los problemas, pero, querido
Freddy, tú conoces la situación; y a ti te puedo decir lo que no
actualmente no le diría a nadie. Se lo diría a mi querida vieja
Nymmy , pero, como no la tengo, sólo te tengo a ti. Así que olvida
mi egoísmo y ven si puedes.
Edward ha ido hoy a Londres. Va a visitar médicos y a otras cosas.
¡No me permite ir con él! Esto es una pura crueldad, y hay cosas que
no quiere contarme. Querido Freddy, tú tienes a tu hijo, pero yo no
tengo a nadie; y no tengo nada por lo que valga la pena vivir.
De: Eleanor Marx
A: Freddy Demuth
5 de febrero de 1898
Mi querido Freddy:
Me duele saber que no vas a venir mañana. Siendo justos, déjame
decir que Edward no pensaba pedirte dinero de nuevo. No sabes lo
enfermo que está. Quería verte porque cree que no te volverá a ver
después de la operación.
Querido Freddy, conozco la pureza de tus sentimientos hacia mí y lo
que te preocupas por mí. Pero creo que no entiendes todo; yo sólo
estoy empezando a hacerlo. Pero veo cada vez con mayor claridad que
la maldad es sólo una enfermedad moral, y el moralmente sano (como
tú) no está en condiciones de juzgar la condición del moralmente
enfermo; igual que la persona físicamente sana difícilmente puede
darse cuenta de la condición del físicamente enfermo.
A algunas personas les falta el sentido de la moralidad, igual que
algunas son sordas, o ven mal, o tienen otra enfermedad. Y estoy
empezando a entender que no tenemos más derecho a culpar a una
enfermedad que a otra. Debemos probar y curar, y, si la cura no es
posible, hacer todo lo que podamos. He aprendido esto por medio de
un largo sufrimiento, un sufrimiento de formas que ni siquiera te
voy a contar a ti; pero he aprendido, y por eso estoy intentando
soportar este problema lo mejor que puedo.
Queridísimo Freddy, no creas que he olvidado lo que Edward te debe
(me refiero al dinero; la amistad es incalculable), y por supuesto
recibirás lo que te debe. Tienes mi palabra. Espero que Edward
ingrese en el hospital la semana próxima. Espero que sea pronto,
porque esta espera le está sentando terriblemente. Te haré saber las
noticias definitivas, y espero con todo mi corazón que pronto estés
mejor.
Tu Tussy
De: Eleanor Marx
A: Freddy Demuth
7 de febrero de 1898
Mi queridísimo Freddy:
Me atrevo a decir que estoy tan preocupada que no fui del todo
clara. Pero no me has entendido y yo estoy demasiado afligida para
explicarme. Edward ingresa mañana en el hospital y le operan el
miércoles. Hay un dicho francés que dice que entender es perdonar.
Tanto sufrimiento me ha enseñado a entender, y por eso ni siquiera
necesito perdonar. Sólo puedo amar.
Querido Freddy. Me alojaré muy cerca del hospital, en el 135 de
Gower Street, y te haré saber cómo van las cosas.
Tu vieja Tussy
Eleanor Marx
De: Eleanor
A: Freddy Demuth
20 de febrero de 1898
Mi queridísimo Freddy:
Me llevé a Edward a casa el jueves, ya que los médicos pensaron que
estaría mejor aquí que en el hospital (¡Vaya un hospital más
horrible!), y quieren que vaya a Margate (…) Ya entenderás; de todas
formas yo debo seguir con esto y ahora debo hacerme cargo de él.
Querido Freddy, no me culpes. Creo que no lo harás porque eres bueno
y sincero.
Tu Tussy
De: Eleanor Marx
A: Freddy Demuth
1 de marzo de 1898
Mi queridísimo Freddy:
No creas que no te escribo porque me he olvidado de ti. Es sólo que
estoy cansada y a menudo no tengo fuerzas para escribir. No puedo
decirte lo contenta que estoy de que no me culpes demasiado, ya que
pienso que eres uno de los más grandes y mejores hombres que he
conocido.
Son malos tiempos para mí. Creo que hay pocas esperanzas, y sí hay
mucho dolor y sufrimiento. Cómo logramos seguir es todo un misterio
para mí. Estoy lista para irme, y lo haría con gusto. Pero mientras
quiera ayuda, estoy destinada a quedarme.
Lo más bonito, y la única cosa que me ayuda, es la amabilidad de
todo el mundo. No puedes imaginarte lo buenas que son para mí todas
las clases de personas, y la verdad es que no sé por qué.
Y estoy muy orgullosa de que la Federación de Mineros y la Unión de
Mineros, como si no hubiera sido retribuida por mi trabajo de
traducción en el Congreso Internacional de Mineros (¡fue un trabajo
de verdad!) el pasado mes de junio, me han enviado un pequeño
portafolios y una pluma estilográfica. Me siento avergonzada de
aceptar ese regalo, pero no puedo evitar hacerlo. ¡Y la verdad es
que me agrada!
Querido Freddy, ¡cómo me gustaría poder verte! Pero supongo que no
puede ser precisamente ahora. Tu Tussy.
De: Eleanor Marx
A: Natalie Liebnecht
1 de marzo de 1898
(…) No conocerías a mi pobre Edward si lo vieras ahora. Está en los
huesos y apenas puede andar unos metros (…) A veces me cuesta saber
cómo voy a aguantar. No es sólo esta terrible ansiedad, sino las
dificultades materiales. Nuestros ingresos conjuntos son muy
pequeños y los gastos actuales son enormes: médicos, facturas de la
farmacia, sillas de ruedas para salir a pasear, etc., a lo que se
añaden los gastos de mantenimiento de la casa; todo ello supone una
gran cantidad. Te hablo con tanta franqueza porque sé que lo
entenderás.
De: Eleanor Marx
A: Kautsky
20 de febrero de 1898
Me temo que hay muy pocas esperanzas de una recuperación definitiva.
Hoy ha andado un poco, apoyado en mi brazo y en un bastón (…) Esta
es, como ya puedes suponer, una época de terrible ansiedad en todos
los sentidos.
De Eleanor
A Olive Schreiner
29 de marzo de 1898
Estoy segura de que Edward me va a abandonar. Lo presiento y sería
una completa idiota si no lo presintiera. La manera como él me
trata, con tanta frialdad, tanta indiferencia, tanta crueldad
Ser rechazada, ahora sé lo que es. De nada me sirve saberlo y saber
que no debería sentirme así, pero estoy demasiado débil para poder
escapar de esas cargas insoportables que nos impone la sociedad. Si
en cierta forma logré, en mi vida, escapar de algunas de ellas, en
cambio de otras no lo hice antes ni lo hago ahora. Cuando lo pienso
racionalmente, sé que estoy siendo injusta conmigo misma al sentirme
así; pero por más que trato de evitarlo no puedo, y me avergüenzo de
haber sido tratada de esa manera (…)
Cuántas veces estuvimos de acuerdo en que el suicidio era un derecho
de cualquier persona que no pudiera o no quisiera vivir. Sabíamos
hasta el veneno que utilizaríamos, nada parecido al polvo blanco, el
horrible arsénico de Emma Bovary que le provocó una muerte horrorosa
y lenta, queríamos algo rápido, y tú decías que usarías una pistola
al borde de un abismo y te darías un tiro en el corazón o en la
cabeza, esos dos grandes culpables de todos los sufrimientos
humanos, pero yo dije que no. ¿Te acuerdas? Yo dije que quería morir
en la cama, preferiblemente con una bonita dormilona blanca, mi
color favorito, el color del inicio, pero también el color de la
nada (…)
Muchas veces estoy casi segura de que él se va a morir. En cierto
modo, llego a desearlo. No sé si me puedes entender. Sé que a veces
soy insoportablemente egoísta al pensar así, pero a veces casi
anhelo que éstos sean sus últimos días. Porque eso, de alguna
manera, me da fuerzas para ser paciente y tratar de entenderlo y
perdonarlo. Perdonar su enfermedad moral. Perdonarme. Perdonarnos a
los dos.
(Continuará)
Suscríbete a nuestro grupo de Facebook para estar
al corriente de las actualizaciones, cliqueando en "Me gusta"
Freddy Demuth, el hijo bastardo de Karl Marx
.