Undécima entrega
4
Mi abuelo, Freddy Demuth, nunca llegó a saber de quién era hijo,
pero dudo que aceptara el relato que afirmaba que nació fruto de una
relación de Friedrich Engels con Helene, la criada de los Marx. Esa
incertidumbre le acompañó toda su vida, le indujo a ser retraído, y
su naturaleza tímida y su escasa formación le impidieron investigar
más al respecto.
Yo supe la historia porque me la relató mi padre, Harry Demuth, quien a su vez la conoció de labios de la señora Louise Freyberger, testigo directo de los hechos, presente en el momento en que Engels lo confesó todo. Consideró que era mejor que mi abuelo nunca conociera su paternidad, y por eso nunca se lo contó, pero sí quiso que mi padre la conociera. Además de ella, mi padre y yo, han conocido el secreto su marido —el doctor Ludwig Freyberger—, Samuel Moore, Karl Pfänder, August Bebel y Friedrich Lessner. También lo supo Eleanor Marx, quien se lo contó a Edward Aveling y a su hermana Laura. Dado que tanto Eleanor como Aveling murieron hace mucho tiempo —en 1898—, que Laura y su marido se suicidaron en 1911, que no se lo confiaron a nadie más, y que todos prometieron no decir nada, pocas personas han sabido el secreto más oculto y terrible de Karl Marx. Lamentablemente para la posteridad y para los historiadores, la correspondencia de Marx, su mujer, sus hijas y Engels fue cribada en varias ocasiones para evitar dejar testimonios excesivamente comprometedores. Después de morir Marx, Engels se hizo cargo de esta tarea, y después de morir éste Eleanor y Laura tomaron el relevo censor. Un claro ejemplo de lo que digo es que Marx y Engels se escribían casi a diario, y sin embargo hay un hueco en la correspondencia de las dos semanas posteriores al nacimiento de Freddy. Parece que alguien no quiso que se supiera de qué hablaron los protagonistas de los acontecimientos.
Posiblemente algún día se
conozca todo esto gracias a algún documento que lo revele, pero
confío en que se difunda cuando se haga público este escrito que
ahora estoy redactando, dado que espero que la gente me crea. Por
otra parte, no oculto que me llena de orgullo ser yo quien revele
los hechos para la posteridad. No soy socialista ni comunista;
tampoco tengo nada en contra de ellos ni quiero dar argumentos a sus
enemigos, pero sí deseo que se sepa la verdad. Marx tuvo un hijo
ilegítimo y la historia debe saberlo.
------------------------
Mi abuelo Freddy, aun sin
formación académica, llegó a tener un buen empleo gracias a que era
un trabajador muy aplicado; de hecho, fue admitido en la Sociedad de
Trabajadores Especializados. Trabajaba como ajustador y tornero, y
gracias a su buena posición tenía derecho a subsidio de desempleo y
por enfermedad y a pensión de jubilación. Se casó en 1873 con Ellen
Murphy, en la parroquia de St. George, en Hanover Square y vivieron
algún tiempo en Whitehorse Street, Piccadilly. Su hijo, Harry —mi
padre—, nació en 1882. Poco después ocurrió el episodio más duro de
su vida: su mujer le abandonó por un soldado.
Posteriormente vivió, junto
con su hijo, durante mucho tiempo, en la Avenida Grandsden, una
pequeña callejuela llena de viviendas para obreros, en el número 25,
donde compartían casa con la familia Clayton, formada por Henry, su
mujer y sus tres hijos. Henry y mi abuelo eran muy buenos amigos:
compartían el mismo trabajo, las mismas aficiones y los dos eran
socialistas, si bien no del ala revolucionaria, sino reformista. De
hecho, mi abuelo colaboró en la organización de una sección del
Partido Laborista.
Freddy era pequeño, tranquilo
y con buen porte, y llevaba mostacho. Era callado y de buenos
modales, algo distante. Era bondadoso y ayudaba a todo el que lo
necesitaba. Vestía muy bien y destacaba entre los demás obreros por
su aspecto. Su forma de hablar era correcta, con una voz clara,
aunque un poco aguda. No había recibido educación formal, pero le
gustaba instruirse y su estilo de redacción no era del todo malo.
Transcribo a continuación la única carta que se conserva de él.
De: Freddy Demuth
A: Laura Marx
10 de octubre de 1910
Mi querida Laura. Hace tanto
tiempo que no sé nada sobre ti que me tomo de nuevo la libertad de
escribirte, lo cual debí haber hecho antes, pero deseaba escribirte
noticias mejores sobre mí y sobre mi hijo y su familia, y me
complace decir que puedo hacerlo yo por mí mismo. Te alegrará saber
que estoy bien de salud.
Alrededor de 1905, los
Clayton se mudaron a Rushmore Road y mi abuelo alquiló un
apartamento en los sótanos de Dunlace Road. En 1914 cambió de
trabajo, y aunque tenía cincuenta y tres años, para que le
admitieran mintió sobre su edad y dijo que tenía cuarenta y cinco.
También en ese nuevo trabajo destacó enseguida, los aprendices le
consultaban los problemas y cobraba algo más que los demás
mecánicos. Ahorraba todo el dinero que podía e incluso llegó a
invertir algo.
En 1919 se mudó a otra casa,
en la calle de Reighton Road. Le habían subido el sueldo y quería
una vivienda consecuente con su mejor posición social. En 1924 se
jubiló y comenzó a recibir dos pensiones, correspondientes a los dos
empleos distintos que había ejercido. Le habría gustado no
jubilarse, pero por su edad ya no era capaz de trabajar
correctamente.
Por aquel tiempo, mi abuelo
era ya un anciano que vivía con su ama de llaves, la señora Laura
Ann Payne. En 1926, buscando más comodidad, se trasladó a la calle
Stoke Newington Common, a una típica casa de clase media, con tres
pisos. Allí murió el 28 de enero de 1929, de fallo cardíaco.
Tres días después incineraron
el cadáver en el crematorio de Golders Green y esparcieron las
cenizas por el jardín. En el testamento dejó la décima parte a un
amigo, un tal Jimmy Hill, la cuarta parte a su ama de llaves, y el
resto a su hijo, es decir, a Harry Demuth, mi padre. Toda la
herencia ascendía a mil novecientas setenta y una libras, una
cantidad muy elevada para esos años y para un obrero, lo que
podríamos llamar una pequeña fortuna. Gracias a ella, mi padre y yo
hemos podido vivir desahogadamente, y ni él ni yo hemos tenido que
trabajar más de lo estrictamente necesario.
Mi abuelo nunca se interesó
excesivamente por la teoría política, aunque sí por temas prácticos
y sindicalistas. Nunca le interesaron las doctrinas marxistas, sino
que se declaraba reformista. Que yo sepa, no leyó el Manifiesto
Comunista ni El Capital, pero, a diferencia de su padre,
Karl Marx, supo vivir de su trabajo y dar la importancia que merece
al dinero ganado con esfuerzo.
------------------------
Para escribir lo que sigue he
tenido que investigar un poco; espero que el resultado merezca la
pena. La familia de Karl Marx tuvo descendientes, procedentes del
matrimonio entre Jennychen y Charles Longuet. La pareja tuvo en 1873
un primer hijo, llamado Charles, que murió con menos de un año. El
segundo, nacido en mayo de 1876, se llamaba Jean Laurent Frederick,
y se le conoció como Johnny. Marx adoraba a este niño, su primer
nieto. Johnny siguió los pasos de su padre y de su abuelo y se
convirtió en uno de los líderes del Partido Socialista Francés.
Murió en 1936, dejando dos hijos, Robert (nacido en 1899), que fue
abogado, y Karl (nacido en 1904), que fue escultor.
El tercer hijo del matrimonio
Longuet se llamó Henry, conocido como Harry. Nació en 1878. Era
delicado de salud y retrasado mental. Murió en 1881. El cuarto hijo
nació el 18 de agosto de 1879, se le puso el nombre de Edgar y se le
conoció como Wolf. Se convirtió en médico y fue miembro del Partido
Socialista Francés. En 1938 se afilió al Partido Comunista. Murió en
1950, con 71 años, dejando tres hijos y una hija, de nombres Charles
(nacido en 1901), comerciante; Frederic (nacido en 1904), pintor;
Jenny (1906-1939); y Paul (nacido en 1909), que se fue agricultor en
Madagascar.
En abril de 1881 nació el
quinto hijo de Jennychen y Longuet, Marcel. No participó en política
y murió en 1949. El 16 de septiembre de 1882 nació el sexto hijo,
una niña, que murió en 1952. Tuvo un hijo, Charles Jean Longuet, que
fue escultor del que se sabe que en los años setenta vivió en París
con su mujer Simone y sus dos hijas, Frederique y Anne.
Karl Marx siempre quiso tener
un varón, pero sólo tres hijas superaron la niñez. Tuvo un varón que
murió con ocho años, Edgar, y otro con apenas unos meses, Guido.
Pero tuvo otro que sí llegó a adulto —mi abuelo, Freddy Demuth— y
que nunca reconoció como hijo, sino que quiso esconderlo a los ojos
de su tiempo y al registro de la posteridad. Si le hubiera
reconocido, su apellido se habría perpetuado; sin embargo, después
del suicidio de Laura, desapareció el apellido Marx. Mi padre,
Harry, hijo de Freddy, tuvo ocho hijos. Yo soy uno de ellos, y me
llamo David Demuth, no David Marx. Lo que yo mismo he relatado,
junto a las memorias de Eleanor y Laura, ya forma parte de la
historia, la historia de las hijas y el bastardo de Karl Marx.
Suscríbete a nuestro grupo de Facebook para estar
al corriente de las actualizaciones, cliqueando en "Me gusta"
Freddy Demuth, el hijo bastardo de Karl Marx